por Rebecca Nye
A pesar de que la reflexión y el plantearse preguntas abiertas (wondering) forman parte esencial de Godly Play, se ha escrito relativamente poco sobre el arte de facilitar ese tiempo de preguntas. Cuando completé mi entrenamiento como formadora de Godly Play recuerdo que pensé que esta era el área en la que me sentía menos preparada. Ahora sospecho que esto pudo haber sido intencionado. La mejor manera de aprender a guiar el tiempo de preguntas abiertas es haciéndolo y reflexionando sobre la propia práctica; tanto si se ha hecho bien como si se ha hecho mal. Observar a los demás también ayuda. Pero como en cualquier otro arte, la práctica es indispensable, ya que hay un límite sobre cuánto uno puede aprender leyendo sobre ello. Las ideas que conseguí están basadas en mis experiencias de uso de Godly Play, con niños y adultos, con grupos nuevos de Godly Play y grupos muy familiarizados con sus métodos.
Me pregunto qué es realmente el arte de reflexionar
Definitivamente, saber plantear preguntas abiertas es más un arte que una ciencia. El hecho de facilitar ese tiempo de reflexión no consiste en un estilo estrechamente definido que podamos formular y seguir diligentemente para garantizar un resultado positivo en todo momento. Es mucho más que aprender de memoria las «preguntas de reflexión» cuidadosamente investigadas y redactadas que siguen a los guiones de las historias. Para el narrador, facilitar el tiempo de reflexión significa que no siempre podamos hacerlo del todo bien y nunca seamos capaces de predecir el resultado. Es algo más amplio que eso.
Hacer posibles las respuestas
En el fondo, guiar el tiempo de reflexión es hacer posible una respuesta. Lo cual incluye las respuestas de los niños individualmente, las respuestas colectivas del grupo y la respuesta del Espíritu que actúa en ese grupo hoy. Esta es una tarea de enorme responsabilidad y sensibilidad. Esto nos recuerda por qué Godly Play está más cerca de ser una especie de dirección espiritual que simplemente un enfoque de educación religiosa.
Responder a las respuestas
La clave en la actitud de reflexionar en alto es comprender que no se trata solo de hacer el «conjunto» de preguntas apropiadas en el tono y la manera adecuados. Facilitar ese tiempo de reflexión es también aprender cómo dar respuesta a las respuestas.
Cuando los adultos conocen por primera vez Godly Play, pueden sentirse sumamente impresionados por el papel no directivo del narrador, quien evita intencionalmente cualquier manipulación de la discusión sobre un punto final específico. Esto puede crear la idea errónea de que la única respuesta que el narrador debe dar a las reflexiones de los niños es un asentimiento afirmativo tipo “mmm”. Por supuesto, esto a menudo puede apoyar la reflexión en el grupo, pero no es la única estrategia del narrador. Tener solo una forma de responder a las respuestas modelará todo lo que va surgiendo a la superficie, es decir una reflexión unidimensional, la prohibición tácita de profundizar. Sin un conjunto variado de estrategias para dar respuestas, la energía para preguntar también puede decaer.
Fomentar con habilidad un clima para la reflexión
El arte de plantear preguntas abiertas versa sobre cómo modelar y apoyar el “hábito de reflexionar», en oposición al hábito de «¿cuál es tu respuesta?» (O peor aún, el hábito de «¿cuál es la respuesta?»). Así pues, el arte de facilitar la reflexión en el grupo incluye descubrir cuándo (y cómo) es apropiado invitar a un niño a decir algo más (o tener posibilidad para pensar más) sobre su respuesta inicial, o hacer una pregunta de seguimiento, no planificada.
Ello puede incluir que el narrador haga un comentario que refleje las respuestas divergentes en el grupo, y que aliente a todos a que se pregunten más sobre el particular. Por ejemplo, en la Parábola de la Levadura, puede ser “interesante que algunos piensen que la mujer que hizo el pan se sentía realmente feliz, y otros piensen que estaba verdaderamente harta».
O podría suponer apoyar la reflexión de un niño que quiera expresar visualmente su idea. Por ejemplo, en la Parábola del Buen Pastor, introducir al pastor dentro del redil cuando un niño sugiere que podría sentirse abandonado en la puerta y quiera estar con las ovejas. Pasarlo adentro y decir (o indicar mediante la expresión facial) «¿así?», se convierte en un medio para invitar a dar más respuestas y preguntarse acerca del nuevo significado para cualquier persona del círculo.
El verdadero arte de reflexionar
Existe una gama casi infinita de estrategias habilidosas que los narradores pueden emplear para respaldar una reflexión maravillosa. Pero por ser un arte, exige algo más que habilidad: requiere trabajar desde el corazón. Y entonces la autenticidad es enormemente importante.
Es más bien como la diferencia entre un pianista que toca todas las notas correctas y el artista que realmente puede comunicar la música desde un lugar muy profundo de su interior. Facilitar el tiempo de reflexión es hacer preguntas abiertas de forma auténtica. La expresión «me pregunto» pretende dar a entender que el narrador realmente se está preguntando sobre algo en lugar de simplemente pedirle a los niños que se pregunten sobre ello. Está invitando a los niños a que se unan a él preguntándose sobre esto o aquello, en una cosa que ya está sucediendo.
Así pues, una verificación útil puede ser hacer una pregunta de reflexión únicamente si realmente se trata de algo que deba preguntarse en este mismo momento. A veces podemos haber establecido nuestra propia respuesta a una pregunta en particular (por ejemplo, «me pregunto qué podría significar realmente la levadura…, bueno, tiene que ser el Espíritu Santo»). En este caso, es posiblemente engañoso formularlo en esta tesitura. Podría decirse que esto es una forma demasiado estricta de autodisciplina mientras que, por supuesto, a menudo la creatividad de las respuestas de los niños puede reabrir nuestros ojos a otras posibilidades y estimular nuevas intuiciones espirituales para nosotros.
Una forma de juego
Facilitar el tiempo de reflexión en el grupo es también un tipo de juego. El narrador hace preguntas que cuestionan y propone respuestas para invitar a jugar, y las respuestas de los niños son su juego, a veces serio, otras cómico, a menudo ambas cosas casi al mismo tiempo. En el «apartado de la reflexión» de una sesión de Godly Play, un narrador debe sentirse animado por las claves del juego, y no tratar de «seguir adelante» para llegar necesariamente a temas más «importantes».
Durante años se nos dijo que, especialmente los niños más pequeños, no podían manejar el pensamiento abstracto, pero cada vez más esta visión se ve cuestionada (Van Oers 2007). Sobre todo, a través del juego, los niños pueden involucrarse en un pensamiento abstracto de «nivel superior». El carácter lúdico que las preguntas abiertas suelen fomentar puede ayudar a los niños a encontrar la forma de introducirse e incluso expresar el nivel «más alto» de complejidad del material. Hay que tener cuidado de que tal juego no se use simplemente como el medio para un fin: lograr que los niños alcancen un nivel impresionante e intelectual de hacer teología. El objetivo es más bien que el juego permita entrar en una mentalidad de «realidad alternativa», que abra las posibilidades y libere las defensas, y así inspire una calidad de intrépida exploración espiritual, no solo de pensamiento inteligente.
El orden sugerido de las preguntas para el tiempo de reflexión a menudo ha sido establecido cuidadosamente para ayudar al proceso del juego y a su funcionamiento. Las preguntas «más fáciles», aparentemente más «tontas» son las que vienen primero (por ejemplo, «me pregunto qué parte os gustó más», o «me gustaría saber si tal vez las ovejas tienen nombres»), que pueden indicar como una especie de permiso de jugar para que este modo lúdico y necesario facilite el acceso no solo a estas preguntas iniciales sino a todas las siguientes.
No únicamente el “tiempo de reflexión” de la sesión
Identificamos instintivamente la parte de una sesión de Godly Play dedicada expresamente a plantear preguntas abiertas como la parte en la que se realiza la “reflexión en grupo”. Sin embargo, es importante tener en cuenta que esto es solo una parte de lo que realmente significa reflexionar. Gran parte de la reflexión puede producirse internamente a medida que se va desarrollando la historia, y así lo confirma el ritmo, el espacio y la atención que asume el narrador. Pero quizás, antes que nada, la reflexión está en el centro del tiempo de «respuestas» o de «trabajo» en una sesión de Godly Play. Un claro mensaje para brindar es que la discusión en el grupo es solo una manera de pensar y plantearse preguntas, y que todas las actividades elegidas en el tiempo de trabajo son también otras tantas formas valiosas de explorar ideas y preguntas, y lo más importante de todo, que nunca se trata solo de palabras.
Me pregunto qué es lo que más me gusta de la reflexión
Me gusta la manera de reflexionar en Godly Play porque su objetivo es potenciar hábitos espirituales para toda la vida, dar forma a una visión más amplia del compromiso espiritual. El anterior arzobispo de Canterbury, Rowan Williams, escribe que la espiritualidad no es tanto un ejercicio de ‘interrogar a los datos’ de la historia cristiana y sus tradiciones, sino que lo más importante es la oportunidad de que los datos nos interroguen a nosotros (Williams, The Wound of Knowledge). Gracias a su estilo, las preguntas empleadas en el tiempo de reflexión (cuando se usan cuidadosamente) son una garantía de que los datos nos interroguen: nos cuestionen, estimulen nuestra respuesta auténtica y aumenten nuestra conciencia de cómo esa respuesta nos desafía.
Me gusta especialmente cómo se alcanza ese objetivo. En cada conjunto de preguntas se pone en equilibrio, de una manera cuidadosa y acertada, lo personal y lo colectivo, lo emocional y lo intelectual, lo narrativo y lo conceptual/analítico (en las parábolas), el aquí y en todas partes (en las preguntas asociadas con la acción litúrgica). El esfuerzo por asegurar el equilibrio refleja el cuidado de una vida espiritual robusta en la que nuestras fortalezas puedan sostenernos (por ejemplo, para un niño que tiene una preferencia más emocional), al igual que nuestras debilidades (por ejemplo, para alguien que es cauteloso al pensar asuntos espirituales analíticamente).
Otra cualidad en equilibrio que me gusta de la reflexión en Godly Play es la de lo gracioso y el espíritu lúdico, por un lado, y la autoridad, por otro, que las preguntas sugieren. Sobre el papel, algunas parecen ridículas, irrelevantes, omisibles (¿en qué podría ayudar ‘el poner nombre a los pájaros’?¡!), poco profundas, susceptibles de provocar tonterías, bobadas o respuestas bastante obvias (por ejemplo, preguntarse si la gente se siente feliz, preguntarse quién fue el prójimo para el hombre que fue herido…). Uno puede sentirse tentado a pensar en «otras mejores», o usar solamente “las que parecen las mejores». Pero, al igual que los guiones de las historias y los mismos materiales, estas preguntas que se proponen son un regalo valioso. Las preguntas representan años de cuidadosa investigación empírica con niños probando los tipos de preguntas que les ayudan a profundizar más en el material, les ayudan a comenzar el proceso de usar el lenguaje en la historia o la lección para articular (no siempre en palabras por supuesto) sus propias inquietudes espirituales. Por lo tanto, me gusta la paradoja: la seguridad de saber que estas preguntas bien probadas tendrán, sin duda, efectos espontáneos que yo nunca podría haber predicho.
Me pregunto qué es lo más importante de la reflexión
Así como los diferentes tipos de historias reciben distinto enfoque en Godly Play (historias sagradas, parábolas, lecciones litúrgicas), así también cada género tiene su propio tipo de preguntas de reflexión que se plantean específicamente para ayudar a los niños a adentrarse en ese tipo de lenguaje. De igual modo que uno usa diferentes herramientas para abrir, por ejemplo, una puerta (una llave) y un espectáculo (una obertura), Godly Play reconoce la necesidad de diferentes herramientas de reflexión para abrir e iniciarse en los diferentes tipos de lenguaje cristiano.
En las historias sagradas
La reflexión sobre las historias sagradas implica cuatro preguntas centrales (1. Me pregunto qué parte te gusta más, 2 …cuál es la más importante, 3 …cuál tiene que ver contigo, 4 …cuál se podría omitir y aun así tener todo lo necesario).
Hay pautas importantes en ellas, especialmente en este orden. La primera y la tercera invitan a una respuesta personal, la segunda y la cuarta invitan a una consideración a ser negociada por un círculo de participantes, a un esfuerzo comunitario. Existe también un patrón alternativo de invitaciones a respuestas afectivas e intelectuales.
Esto ayuda a mantener el equilibrio que una vida espiritual saludable necesita y contribuye a educarnos a todos para reconocer que una forma intelectual o conceptual de entender la fe está mejor arraigada en (y siempre en diálogo con) una buena cantidad de realidad personal y emocional.
Berryman es consciente de su intención de que las preguntas de reflexión sobre la historia sagrada ayuden a las personas a abrir nuevos temas de identidad, del mismo modo que las propias historias abordan en gran medida las cuestiones de identidad: quién es Dios y quién es el pueblo de Dios. Por eso, las preguntas pueden cambiar fácilmente y con frecuencia entre la conversación sobre el «entonces» y el «ahora», entre «ellos» y «nosotros». La tarea del narrador incluye ser consciente de cómo un grupo responde de manera reflexiva en cada uno de estos «modos» y apoyar cada uno de ellos como válido y recíprocamente beneficioso para el otro.
La cuarta pregunta, ‘¿qué podríamos dejar de lado y aun así tener toda la historia que necesitamos?’, confunde a algunos maestros. Algunos sospechan que esta no es una pregunta ‘abierta’, ya que la respuesta ‘correcta’ seguramente debe ser ‘no, toda la historia es importante’. Ciertamente, cualquier pregunta abierta puede ser un disfraz de una pregunta cerrada. Pero el espíritu de la pregunta debe ser abierto y tal vez el más lúdico del conjunto. (Ten en cuenta que no es que el juego sea lo primero y el trabajo importante lo sustituya; cuanto más importante es el trabajo, más crucial puede ser el juego). Esta cuarta pregunta puede invitar a un análisis genuino, a una disección de la historia. Puede ser una anuencia para considerar aspectos que han molestado o enojado a los participantes (las partes que no han gustado). Puede ser un catalizador para el debate y el conflicto, y las oportunidades para aprender cómo las comunidades pueden ser honestas y afables a pesar de sus diferencias. Y puede tratarse especialmente de identificar las necesidades espirituales que quedan satisfechas en esta experiencia de la historia. En otras palabras, es la culminación del proceso de discusión y el trampolín hacia el tiempo de trabajo individual.
En las parábolas
Jesús marca el camino a seguir respecto del enfoque de las preguntas de reflexión sobre las parábolas. Para abordar un concepto complejo, lo último que uno hace es conceptualizar. La construcción narrativa general viene antes de cualquier movimiento para identificar principios o conceptos. Tenemos tendencia a favorecer los conceptos explicativos y apresurarnos a formas que «resuelvan» asuntos complejos que puedan excusarnos de seguir pensando intensamente sobre lo que realmente significa «cielo», o «quién es Jesús» o «¿cómo puedo amar?»
Así que en la reflexión sobre las parábolas hay un intento deliberado de ampliar aún más la narración, en particular al principio, para frustrar la tendencia a apresurarse en la resolución del significado. Por eso, el esfuerzo va dirigido a animar la imagen de forma gradual y lúdica, dando un nombre al sembrador, preguntándose cómo se siente y así sucesivamente. Esto sienta las bases (y abre posibilidades maravillosas e imprevistas) para entrar en la parábola y tratar de ver «¿de qué realmente es semejante?». Esta etapa de fundamentación podría ocupar muchas sesiones, incluso años, antes de que los niños realmente estén listos para abordar el «¿qué es esto realmente?».
Sin embargo, una señal importante para el narrador que facilita el proceso de reflexión sobre las parábolas es cuando las respuestas de los niños empiezan a ser precedidas por «es como cuando…» y dan un ejemplo o un caso de su propia experiencia, o algo que pueden imaginar. Por ejemplo, «Es como cuando me hicieron bullying en la escuela», «Es como mi casa», «Es como cuando había un bebé escondido en la panza de mi mamá»). Esto demuestra que los participantes han recibido apoyo para descubrir que las parábolas no abordan ideas que puedan explicarse en lógica, o reglas o proposiciones, sino que nos invitan frecuentemente hacia áreas profundas y complejas de nuestra vida y nuestro ser, donde a menudo la única manera de darle sentido es a través de más imágenes creativas, formulando más parábolas propias. En una sesión de entrenamiento reciente, un observador notó más de dieciocho nuevas ‘parábolas’ sugeridas por el grupo mientras se preguntaban y debatían sobre el significado de la parábola del Buen Samaritano.
El deseo de saber sobre la «pre-historia» de las parábolas es igual de importante (por ejemplo, me pregunto qué podría significar esta cosa azul) para el proceso general de reflexión. Es similar al ejercicio de «asociación libre» en psicoanálisis, abriendo nuestras mentes a un lugar de inspiración más creativo. Esta etapa también ayuda a establecer los parámetros del pensamiento: cuanto más amplios se establecen antes de que se ofrezca la historia, más profundas son las posibilidades posteriores. Del mismo modo, cuanta más risa y quizás más “ideas tontas” sean aceptadas por el narrador, más dispuestos estarán para compartir preocupaciones difíciles y muy serias más adelante.
En la acción litúrgica
Aquí se combinan algunos de los principios de la reflexión sobre las historias sagradas, ya que parte de nuestra liturgia consiste en volver a contar las historias centrales (por ejemplo, la Eucaristía), con una actitud de establecer conexiones y descubrir cómo participamos en ellas. Esto sigue las funciones de la liturgia per se: ayudarnos a conectar, recordar y participar. Por lo tanto, las preguntas están diseñadas para estimular dichas funciones: «¿dónde has visto esto?”, “¿has estado cerca de eso?», o «¿qué podrías aportar a esto?».
Como narrador, siempre es útil estar al tanto del tipo particular de trabajo que las preguntas de reflexión están pidiendo a los participantes. Por eso, en el caso de las preguntas litúrgicas, el papel del narrador puede ser un poco más parecido al de alguien que dirige la liturgia en sí misma, manteniendo un sentido de orden y estructura que permita a los demás encontrar la libertad de participar. Esto puede implicar una actitud de aceptar cuidadosamente las contribuciones de la comunidad (por ejemplo, cuando la reflexión invita a la aportación física de materiales para agregar a la historia). También puede significar apoyar la reflexión silenciosa y otras formas en que el sentido de asombro se puede expresar sin palabras, y no pedirle al niño que respalde sus acciones con palabras.
Me pregunto dónde y cuándo la reflexión se encuentra especialmente en mí
Puede llevar mucho tiempo sentirse seguro acerca de cómo orientar las preguntas. Un primer paso es dejarse llevar. A veces esto puede resultar difícil porque aprendemos cuidadosamente cada palabra y movimiento para contar la historia, por eso supone un gran cambio de estilo respecto a facilitar un tiempo de reflexión en el que podría ocurrir cualquier cosa. Puede requerir un talante diferente de nosotros. Por ejemplo, si has estado muy «dentro de la historia» y también lo ha hecho el grupo, tienes que ‘salir’ deliberadamente hasta cierto punto para estar disponible para el grupo, o al menos para aquellos que quieran reflexionar sobre la historia, en lugar de permanecer silenciosamente dentro de ella.
Un hábito útil es hacer tu propia reflexión antes de la sesión. Ello sirve a la vez como preparación espiritual y como una manera de dejar a un lado tu propio material espiritual del espacio que deseas poner a disposición de los niños.
Encontrar la reflexión dentro de ti también puede significar notar qué tipo de preguntas o estrategias de reflexión te convienen especialmente y cuáles se te ocurren con menos naturalidad y, por lo tanto, requieren un esfuerzo más consciente. Algunas personas son excelentes para reflexionar silenciosamente o para plantear más preguntas moviendo los materiales para «escuchar» el significado sugerido por los participantes. Otros pueden ser excelentes para escuchar las respuestas, escuchar realmente lo que se dice, ayudar a la gente a decir lo que necesitan y ser escuchados por el resto del grupo, o admirables en facilitar el debate e incluso mantener la diversidad y las respuestas contradictorias. Observar a los demás es una forma ideal de ayudarte a reflexionar sobre tu propia práctica y adquirir más estrategias para desarrollar tu gama de preguntas y estilos de plantearlas.
La habilidad pastoral de hacer preguntas abiertas no puede sobreestimarse y toma toda una vida (de reflexionar sobre los errores) para desarrollarse. Se necesitaría el juicio de Salomón para conocer el momento adecuado de facilitar el tiempo de reflexión principalmente a través de la escucha activa, o tal vez por medio de la provocación, o quizás haciendo el papel de un moderador de confianza en una discusión animada, y mucho más.
Otro aspecto del arte de la reflexión en el cual realmente podemos captar de qué se trata todo esto es la evaluación reflexiva después de cada sesión. Los guías de Godly Play también deben tomarse el tiempo para preguntarse sobre los propios niños. Dos preguntas de reflexión (usando la definición de Berryman de la bendición como «evocar lo bueno») me ayudan a hacer eso: «Me pregunto de qué manera esta sesión de hoy me ayudó a evocar lo bueno que hay en ellos» y «me pregunto cómo ellos ayudaron hoy a evocar lo bueno que hay en mí”.
Me pregunto si hay algo que podamos dejar fuera de la reflexión y aun así tener todo lo que necesitamos
Ciertamente hay algunos enfoques desacertados respecto a la reflexión en Godly Play que me gustaría poder depurar.
Es muy importante que este tiempo no se use solo como un método de contar historias, dejando de lado por completo la reflexión en grupo. De hecho, el dejarla de lado enseña a los niños una lección poderosa y negativa. Les enseña a los niños que su respuesta es innecesaria, sin valor, con el paso del tiempo aprenden a hacer caso omiso de sus respuestas (y en consecuencia aprenden a hacer caso omiso de lo que Dios les está diciendo).
Igualmente, Godly Play puede verse arruinado si dejamos de lado el espíritu con el que se entiende la reflexión, que es ayudar a los niños a introducirse en el material y crecer como comunidad escuchando y luchando juntos respecto a las ideas asociadas. Una persona puede hacer todas las «preguntas correctas» pero de tal manera que su tono de voz, su lenguaje corporal, no inviten genuinamente a los niños a jugar y a descubrir más. Además, el espíritu de reflexión abierta podría verse dañado por el tipo de respuesta de seguimiento que les otorgue el narrador. Por ejemplo, si eso implica que algunas respuestas sean más valiosas que otras, o que su propia agenda (para discutir sobre la cuestión del reino, por ejemplo) sea más importante que escuchar lo que el grupo ha encontrado interesante.
Pero, ¿hay realmente algo que podamos dejar de lado?
Godly Play debe mucho a la visión de Montessori de enseñar cómo ‘ayudar al niño a hacer cosas por sí mismo’. ¿Hay alguna base para proponer que la reflexión sea algo que finalmente pueden hacer los niños sin la necesidad del narrador? ¿Son las preguntas abiertas algo más bien parecido al “andamiaje” de Bruner, que finalmente puede ser eliminado?
En cierto sentido, la respuesta es, probablemente, sí. La reflexión abierta versa en su sentido más amplio sobre la formación de hábitos espirituales de por vida que los niños pueden asumir en cualquier situación en la que el lenguaje cristiano pueda ayudarles a darle sentido.
Con un grupo de niños (o adultos) que tengan un buen dominio del manejo de Godly Play, los niños comenzarán a hacer las preguntas de reflexión apropiadas por sí mismos, respondiendo como si se les hubiera interrogado: ‘Me pregunto qué es lo que más te gusta’ o cualquier otra cosa, a pesar de que el narrador no haya tenido la oportunidad de decir eso todavía. Incluso pueden haber aprendido intuitivamente cuáles serían las preguntas apropiadas a ser utilizadas para las historias sagradas en lugar de para las parábolas o las lecciones litúrgicas. El papel del narrador también puede eclipsarse cuando los niños se vuelven lo suficientemente seguros como para hacer sus propias preguntas de reflexión, nuevas preguntas, y escuchar cuidadosamente las respuestas de los demás y las nuevas preguntas sin mucha necesidad de moderación adulta. Todo lo cual es una señal maravillosa de que han integrado esta manera cristiana distintiva de aprender y vivir juntos; reunirse para aprender y aprender a reunirse con la ayuda de la palabra de Dios.
Entonces, quizás uno de los momentos más alentadores en cualquier sesión es cuando los niños plantean sus propias preguntas de reflexión (y lo hacen en voz alta). Esto puede significar tener la suficiente confianza para abandonar las preguntas planificadas. En este sentido, realmente podríamos dejar de lado las preguntas planificadas y seguir teniendo toda la reflexión, y todo el Godly Play, que necesitamos.
Referencias
B van Oers (2007) Abstract Thinking in young children’s play: a relational perspective. Ponencia impartida en la Universidad Anglia Ruskin en una conferencia sobre el tema de “Reclaiming Relational Pedagogy” (reclamar la pedagogía relacional), mayo de 2007.
R Williams (1991) The Wound of Knowledge: Christian Spirituality from the New Testament to Saint John of the Cross; Cambridge, MA: Cowley.
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Fuente del artículo original: www.godlyplay.uk