A veces los niños nos preguntan: «¿Qué es exactamente una parábola?», y respondemos diciendo: «Esa es una buena pregunta… ¡tenemos una parábola sobre ello!» Una de estas ‘parábolas sobre parábolas’ es la llamada Parábola del Pozo Profundo. Está situada en un estante inferior de nuestro mueble de parábolas. Viene en una caja, pero no una caja dorada como las del estante superior, ya que no se trata de una parábola de Jesús, sino que tiene su origen en los escritos rabínicos.
A continuación reproduzco un texto sobre las parábolas de Jesus que contiene, además, una referencia al mashal del Pozo Profundo.
«La problematización de situaciones se deja ver de forma singular a través de las parábolas, modo de enseñanza bien conocido en el mundo antiguo. Se lo denominaba mashal en hebreo; el vocablo griego que se utilizó en su traducción fue parabolé, cuya raíz implica colocar dos cosas lado a lado para compararlas. Un bello texto del Cántico Rabbá (Comentario haggádico al Cantar de los Cantares) explica:
Rabí Hanina dijo: Esto puede compararse con un pozo profundo lleno de agua, de agua fresca, suave y buena; pero nadie podía beber de ella. Llegó un hombre que unió cuerda con cuerda, soga con soga, sacó de allí y bebió. Y todo el mundo se puso a sacar y a beber. Así, de parábola en parábola Salomón penetró en el secreto de la Torá… Nuestros maestros dijeron: que el mashal no sea una cosa insignificante a tus ojos, ya que gracias a él el hombre puede comprender las palabras de la Torá. Parábola de un rey que, en su casa, perdió una moneda de oro o una piedra preciosa. ¿No la busca con una mecha que no vale más que un céntimo? Así, el mashal tampoco ha de ser una cosa insignificante a tus ojos, ya que gracias a él se pueden penetrar las palabras de la Torá. Y tú sabes que es así porque gracias al mashal Salomón comprendió los detalles más pequeños de la Torá (CR, 1,1-8).
Tal y como sugiere el párrafo anterior, frente a su aparente amenidad corremos el riesgo de considerarlas como especie de fábulas cándidas, de vivos colores, para la ilustración de personas simples, exiguamente formadas y con escasa agudeza de raciocinio. Muy por el contrario, con el uso de tal recurso –bastante complejo en realidad– Jesús desafía la mentalidad de sus oyentes, quebrándoles el equilibrio y las falsas seguridades.
Es interesante subrayar, a modo de paréntesis, que las parábolas utilizadas por la tradición rabínica que han llegado hasta nosotros a través de otras fuentes, tampoco son ilustraciones claras de verdades religiosas, sino más bien dichos e imágenes enigmáticas (especie de rompecabezas) que desafían y desconciertan a la audiencia.
Las parábolas no son de ninguna manera historias cómodas o placenteras, y en ocasiones se transforman en boca de Jesús en durísimos ataques verbales al mundo religioso en el cual se movían sus oyentes. Si las analizamos con cuidado, descubriremos que promueven por lo general una subversión total de valores, a partir de mecanismos propios de la sabiduría popular, en la cual la aproximación a lo divino no se hace mediante reflexiones metafísicas, sino desde experiencias y vivencias humanas.
Es verdad que en los evangelios Jesús utiliza en ellas imágenes muy realistas, tomadas de la vida diaria, captando de ese modo la atención del auditorio. Pero, por lo general, esas narraciones sufren de manera imprevista un giro dramático, sorprendente, que coloca a los oyentes en una situación incómoda, provocándoles preguntas y dudas. Ese giro que se les imprime, con detalles desconcertantes, remarcando lo extraordinario implícito en lo ordinario, obliga al auditorio a salir de sus esquemas.
Entre otros muchos ejemplos, la referencia a una cosecha extravagantemente copiosa (Mc.4, 8), una sustitución de invitados que nadie promovería en esa época (Lc.14, 21), la alabanza a la astucia tramposa de un administrador (Lc.16, 1-8), la increíble terquedad de un propietario (Lc.20, 9-15), o el rarísimo contratista que paga igual a los que trabajaron menos (Mt.20, 8) nos dan una idea del asunto. Se trata de narraciones verosímiles en apariencia, en las que de pronto se introducen elementos desestabilizantes y raros. De esa forma, con Paul Ricoeur, podríamos decir que las parábolas orientan, desorientan y reorientan.
Son también plurivalentes. Sus significados son múltiples, e incluso el punto central permanece muchas veces impreciso. Por eso exigen y reciben diferentes interpretaciones, en auditorios distintos. Tanto para confrontar oponentes como para animar a los seguidores, las parábolas parten del universo del oyente, que es capaz de reconocer en ellas sus propios valores, conductas, costumbres, etc. Según esto, quien escucha puede identificarse con la situación y los personajes. Sin embargo, dichos valores conocidos son transformados. En tal aspecto, las parábolas funcionan como especie de trampas que atrapan al que se aproxima a ellas desprevenido.
A diferencia de lo que pudiera parecer, tienen en realidad un final no escrito, abierto, que dependerá de cada uno de los oyentes. Provocan en ocasiones rechazo, confusión, e inclusive oscuridad de entendimiento; de ahí la respuesta de Jesús a sus discípulos en Mt.13, 10-17, que hace alusión a diversos niveles de comprensión.
Delante de un tema tan rico, apenas esbozado aquí, y a modo de muestra, haremos referencia a la delicada situación que se presenta en casa de Simón el fariseo (Lc.7, 36-47). Frente al gesto de la mujer, escandaloso para los judíos observantes y el anfitrión en particular, Jesús prefiere desviar la inevitable discusión legal a un plano en apariencia neutral (el de la breve parábola del acreedor y sus deudores) ante la cual Simón se pronuncia libre y espontáneamente, sin percatarse de que en realidad está emitiendo un juicio contra su propia actitud discriminatoria y prejuiciosa.»
Sacado de: Dausá, Alejandro Encuentros con el maestro: la pedagogía de Jesús de Nazaret (Cuadernos Teológicos. Biblia; no. 1), La Habana: Editorial Caminos, 2002. http://www.teologica.org/revista/IMG/pdf/DausaEncuentrosMaestro.pdf
Las fotografías de arriba son de un reciente taller de parábolas, realizado en Barcelona.